Hildegard von Bingen (1098-1179)
Abadesa benedictina, visionaria, poetisa, compositora y erudita, Hildegard von Bingen es una de las figuras más fascinantes de la Edad Media.

Breve retrato *
Nacida cerca de Maguncia en 1098, ingresó muy joven en el convento de Disibodenberg, donde recibió una educación religiosa y musical. Fundadora del monasterio de Rupertsberg, dirigió allí una comunidad de mujeres y desarrolló una obra de excepcional envergadura: tratados de medicina y ciencias naturales, textos teológicos y visionarios, correspondencia con los grandes nombres de su época, así como un vasto corpus musical de más de 70 piezas.
Su música, reunida en particular en la Symphonia armoniae celestium revelationum, se distingue por su lirismo, su aliento místico y una libertad melódica poco común para la época.
También compuso el primer «drama litúrgico» conocido, Ordo Virtutum, en el que las virtudes cantan contra el demonio, y que se compone de 82 melodías distintas.


En uno de sus manuscritos se encuentra esta miniatura.
Representa a un hombre con los brazos extendidos en círculo, recibiendo todas las influencias cósmicas.
Este dibujo será modernizado por Leonardo da Vinci en el Hombre de Vitruvio.
Abajo a la izquierda, Hildegard anotando sus visiones.
Hildegard von Bingen sigue siendo una figura importante de la espiritualidad y la música medieval, donde el canto se convierte en oración y visión. En el siglo XXI, inspiró a Sofia Gubaïdulina, quien le dedicó una canción: «Aus den Visionen von Hildegard von Bingen».
Por último, les recomiendo la lectura del excelente artículo que Jean-Marie Marchal le dedicó en Crescendo Magazine en 2020: «La música de las esferas según Hildegarde Von Bingen» *.
Cronología selectiva para escuchas breves
| Año (aprox.) | Obra principal | Tema / Función litúrgica | Particularidades musicales | Interpretación de referencia |
|---|---|---|---|---|
| c. 1140–1150 | Antiphona: O vis aeternitatis (8′) | Alabanza a la fuerza de la eternidad divina | Líneas melódicas largas y ascendentes, símbolos de la luz celestial. | Sequentia (1994) |
| c. 1151–1158 | Ordo Virtutum (Drama sagrado) Extracto (9′) Integral * (1h30′) | Alegoría de la lucha entre las Virtudes y el Diablo | Primera obra dramática conocida compuesta por una mujer; escritura modal libre y expresiva. | Sequentia (1997) |
| c. 1152–1160 | Symphonia armoniae celestium revelationum Extracto (8’50) | Recopilación de 77 cantos litúrgicos | Melodías contemplativas destinadas a su comunidad femenina. | Oxford Camerata (2009) |
| c. 1153–1163 | Responsorium: O vos angeli (9’50) | Alabanza a los ángeles, intermediarios entre Dios y el hombre | Ornamentación fluida, movimiento giratorio que evoca el vuelo angelical. | Ensemble Oriscus (2022) |
| c. 1163–1170 | Hymnus: O ignis spiritus paracliti (7’50) | Invocación al Espíritu Santo | Ritmo libre, aliento místico, registro agudo frecuente. | Anonymous 4 (2006) |
| c. 1170–1175 | Sequence: Columba aspexit (5’15) | Homenaje a San Maximino, imagen de la paloma celestial | Contrastes de intensidad y amplitud melódica, atmósfera de éxtasis. | Gothic Voices (1984) |
Hymnus: O ignis spiritus paracliti
Otra versión de este himno con acompañamiento instrumental, incluyendo un tanpûrâ a modo de bordón.
Por el coro femenino Saint-Stanislav del instituto diocesano clásico – Liubliana / Eslovenia. Helena Fojkar Zupančič, dirección.
Y una «vieja» conocida a la flauta dulce: Una Košir, maravillosa música y pedagoga en la escuela Willems® GCEW de Liubliana, titular del Diploma Didáctico Willems®.
¡Vídeo de la grabación en el que cantan todo de memoria!
Si te ha gustado el vídeo, aquí tienes un bonito extra sobre las danzas compuestas por Damijan Močnik:
«La danza con Hildegarde | Un increíble viaje espiritual».
O Frondens Virga – Extracto de Ordo Virtutum
Chanticleer (2014): Conjunto masculino.
El rincón de las escuchas comparativas
Hildegard von Bingen sigue inspirando a los intérpretes actuales.
O vos angeli *
Tapestry · Cristi Catt (1996) – Solo a cappella
Sequentia – Benjamin Bagby, Dirección (2013)
Anneliina Koskinen (2010) – Canto y viela.
Conjunto Oriscus : Anne Bertin Hugault, Canto – Cédric Baillergeau, Canto – Colin Heller, guiterna, citole, moraharpa, viela de arco – Emmeran Rollin, órgano positivo.(2022)
Improvisación sobre el texto de O vos angeli a partir de la melodía de Hildegard von Bingen.
Aquí, la elección de un tempo muy marcado pero no medido, así como la ampliación instrumental, por discutible que sea desde el punto de vista histórico, no deja de ser sutil, inspirada y expresiva.
Amores Grup de Percussió / Grupo de percusión catalán (Valencia) y Èlia Casanova Martí, soprano. (2018)
Improvisación libremente adaptada del texto de O vos angeli, acompañada (¿curiosamente?) por un tanpûrâ que sustituye al bordón de la zanfona.
Christoph Haas · Stephanie Haas · Conjunto Cosmedin (2005)
* Para saber más
Breve biografía
Santa Hildegarda (1098-1179) fue la fundadora y primera abadesa de la comunidad benedictina de Bingen, en Alemania. Décima hija de una familia aristocrática, fue confiada a la Iglesia desde muy temprana edad y llevó una vida espiritual notable. Durante su vida fue conocida sobre todo como visionaria y profeta, ya que recibía regularmente visiones del Espíritu Santo (la «Luz viva»). Hildegarda era consciente de formar parte de una élite social y religiosa, y hablaba abiertamente de su misión y sus dones, pero predicaba la humildad y la caridad por encima de todas las demás virtudes. Fue extremadamente valiente y poco habitual en su decisión de convertirse en una mujer líder en aquella época. Que se sepa, fue la primera mujer en empezar a escribir en nombre de Dios y a viajar para predicar públicamente. También fundó dos conventos a pesar de la oposición de los superiores masculinos de la Iglesia. Las generaciones medievales posteriores recordaron a Hildegarda como una profetisa, y sus contribuciones espirituales únicas siguen inspirando a la gente hoy en día. Fue una escritora prolífica y una compositora de renombre. Entre sus obras que han llegado hasta nosotros se encuentran una doctrina cristiana que combina la ética y la metafísica, una enciclopedia sobre fitoterapia y ciencias naturales, numerosas cartas dirigidas a personas de toda Europa y de todas las clases sociales que solicitaban su consejo sobre todos los problemas imaginables, poemas místicos y un corpus musical que incluye setenta cantos litúrgicos y el Ordo Virtutum, la primera obra de teatro moral conocida.
Conjunto Vocatrix – Texto que acompaña al vídeo de YouTube de su concierto «Ordo Virtutum».
O vos angeli
O vos angeli qui custoditis populos,
quorum forma fulget in facie vestra,
et o vos archangeli qui suscipitis animas iustorum,
et vos virtutes, potestates, principatus, dominationes et troni,
qui estis computati in quintum secretum numerum,
et o vos cherubin et seraphin, sigillum secretorum Dei :
Sit laus vobis, qui loculum antiqui cordis in fonte aspicitis.
Videtis enim interiorem vim Patris,
que de corde illius spirat quasi facies.
Sit laus vobis, qui loculum antiqui cordis in fonte aspicitis.
Oh, ángeles, guardianes de los pueblos,
cuya belleza resplandece en vuestros rostros,
y vosotros, oh arcángeles, que veláis por las almas de los justos,
y vosotros, virtudes, potestades, principados, dominaciones y tronos,
que sois contados en el secreto del número cinco,
Y vosotros, oh Querubines y Serafines, Sello de los secretos de Dios,
Alabados seáis, que contempláis en su fuente el lugar del corazón eterno.
Porque veis la fuerza más secreta del Padre
Que brota de su corazón, como de su rostro.
Alabados seáis, que contempláis en su fuente el lugar del corazón eterno.
Ordo Virtutum (c.1150)
Ordo Virtutum es una obra alegórica moral, o drama litúrgico, compuesta durante la construcción y el traslado de su abadía a Rupertsberg. Se trata de la obra moral más antigua, con más de un siglo de antigüedad, y del único drama musical medieval cuyo texto y música se han conservado. Una versión abreviada de Ordo Virtutum sin música aparece al final de Scivias, el relato más famoso de las visiones de Hildegarda, y también se incluye en algunos manuscritos de la Symphonia armoniae celestium revelationum («Sinfonía de la armonía de las revelaciones celestiales»). Pero la partitura musical se encuentra en el Riesencodex o Codex de Wiesbaden, un extenso códice que contiene las obras de la abadesa.
El tema de la obra no es típico de un drama litúrgico. No muestra ningún acontecimiento bíblico, ninguna representación de la vida de un santo ni ningún milagro. Por el contrario, Ordo Virtutum trata de la lucha por el alma humana, o Anima, entre las diecisiete virtudes y el diablo. La idea que Hildegarda intenta desarrollar en Ordo Virtutum es la reconexión entre el «creador y la creación». La historia de la obra se puede dividir en un prólogo y otras cuatro partes.
Este vídeo contiene la tercera parte, la más larga, en la que las diecisiete virtudes explican por turnos quiénes son.
(Ver el vídeo más abajo…)
Texto que acompaña al vídeo de YouTube con la partitura de la escena 3 de «Ordo Virtutum» – Por el conjunto Vocatrix.
Por el conjunto Sequentia (1996)
Este texto se añadió parcialmente a la recopilación Symphonia armoniae celestium revelationum, lo que sin duda explica la integración de tres piezas de la Symphoniae en esta grabación.
- Prólogo : Qui sunt hi, qui ut nubes? (2’24)
- Procesión de las almas encarnadas / Instrumental (2’28)
- Escena 1: O nos peregrine sumus (2’23)
- Procesión del alma I / Instrumental (3′)
- Escena 1 (continuación) : O dulcis divinitas (2’11)
- Procesión del alma II / Instrumental (0’46)
- Escena 1 (continuación) : O gravis labor (9’40)
- Danza I / Instrumental (2′)
- Escena 2 : Ego, Humilitas, Regina, Virtutum (24’25)
- Danza II / Instrumental (1’48)
- Symphoniae : O quam magnum miraculum (4’33)
- Symphoniae : O felix anima (4’28)
- Symphoniae : O quam mirabilis (3’12)
- Lamentación instrumental (2’18)
- Escena 3 : Heu, heu, nos Virtutes plangamus (13′)
- Escena 4 : Quae es, aut unde venis? (9’07)
- Final : In principio omnes creature viruerunt (4’08)
Por el conjunto Vocatrix
Aunque menos virtuoso vocalmente que el conjunto Sequentia mencionado anteriormente, sin duda se acerca más a las posibilidades vocales de las monjas de la época…
Vídeo del concierto teatralizado (2016)
Al ver este vídeo, subtitulado en inglés, comprobarás que el término «interpretar» no es una palabra vana.
Se trata de descifrar esas «patas de mosca», entre neumas y notas cuadradas del canto gregoriano.
Es aún más fascinante constatar que las distintas versiones grabadas son muy similares.
De hecho, numerosas investigaciones musicológicas sobre los textos antiguos han permitido traducir estos signos y la forma de realizarlos… Si se fija en ellos, acabará comprendiendo algunas sutilezas ornamentales.
La música de las esferas según Hildegarde Von Bingen
Por Jean-Marie Marchal (2020)

Abordar la obra de Hildegarda Von Bingen desde el punto de vista musical no puede concebirse sin evocar el contexto, a menudo muy original, que presidió el florecimiento de una literatura única en su género. Una obra que sintetiza los principios teológicos y estéticos de su época, traduciendo al mismo tiempo sus aspiraciones a través de un enfoque que procede a la vez de la introspección, la observación y la visión, todo ello puesto en práctica por una personalidad fuera de lo común. ¡Un hermoso programa, en verdad!
Desde el punto de vista del contexto general, en primer lugar, no se puede comprender la obra de Hildegarda sin sumergirse en una época medieval que, en su percepción de la relación del arte con el universo visible, considera en general que la obra de arte no es el resultado de una aplicación sobre la naturaleza misma, tal y como se presenta al artista, sino de la proyección en la materia de una visión mística o teológica. Esta dimensión espiritual es, evidentemente, omnipresente. El Creador es el origen de todo y, por lo tanto, de este universo geocéntrico en el que todos los planetas, con el sol a la cabeza, giran alrededor de la Tierra, que es el verdadero centro del mundo.
En esta visión del mundo, la Historia, revelada por la Biblia (que es el libro de historia por excelencia), domina totalmente una Naturaleza mancillada por el pecado original, en la que el hombre debe, sin embargo, encontrar la manera de entrar en diálogo con su Creador. Es en Platón y Aristóteles donde la Edad Media busca la respuesta a este problema fundamental. Del primero, retiene la noción de división del Universo en dos ámbitos: la Idea, en total identidad consigo misma e inaccesible a los sentidos humanos, y la Apariencia, pálido reflejo impuro y fragmentado, perceptible por el hombre. Del segundo, admite que existen diferentes escalas intermedias entre la Idea y la Apariencia, y que el Universo está recorrido por fuerzas que lo forman y lo ordenan. De esta división escalar de la Naturaleza, los eruditos de la Edad Media deducen una relación entre el Universo tomado en su totalidad y plenitud (llamado macrocosmos) y su correspondiente a escala microcósmica, el hombre. El Universo aparece entonces como una gran esfera en perfecto equilibrio, en cuyo seno la Naturaleza se organiza en esferas concéntricas cada vez más pequeñas que culminan en el hombre, y cada elemento del macrocosmos encuentra su idéntico, o su semejante por metáfora, en el microcosmos. Esta noción es, por supuesto, esencial, y atraviesa los siglos, desde la Edad Media hasta el Renacimiento.
Hymns and Songs, por el conjunto Vocatrix (2017) – (22’25)
La obra de Hildegarda se inscribe en esta visión del mundo rica en concordancias entre el macrocosmos y el microcosmos. Encontramos una bella ilustración de ello en la tercera y última de sus obras teológicas, el Liber Divinorum Operum (el Libro de las obras divinas), compuesta entre 1163 y 1173 bajo el signo de una temática claramente filosófica que describe el mundo como la obra de arte de Dios. En él, el hombre aparece efectivamente como un microcosmos que refleja en todas sus características corporales y espirituales las leyes de todo el macrocosmos. Así, todas las cosas están recíprocamente relacionadas y unidas de manera indisoluble en Dios. Por supuesto, estas nociones ya están presentes en otras obras teológicas de la abadesa alemana: en la primera, Scivitas (Conoce los caminos), evoca la esencia y el devenir de la Iglesia, ilustrando con imágenes siempre renovadas la historia eterna de la relación entre Dios y el hombre, del rechazo y la atracción de la criatura por su Creador. Esta elección fundamental a la que se enfrenta el hombre a lo largo de toda su vida, es decir, parecerse o no a Dios en Su Creación hecha a Su imagen, constituye el tema central de la segunda de estas obras, el Liber Vite Meritorum (el Libro de los Méritos de la Vida).
Si Hildegarda aporta una importante contribución al debate teológico de su época, inspirándose sucesivamente en las Sagradas Escrituras, la regla de San Benito y los textos de los Padres de la Iglesia, también se dedicó al ámbito científico, ya que le debemos un libro de medicina simple, titulado Physica, y un libro de medicina compuesta, Causae et curae. Esta relación con la naturaleza y las realidades terrenales es vital para Hildegarda y constituye el contrapeso ideal a su sensibilidad eminentemente mística. En sus textos visionarios, utiliza con mucha frecuencia imágenes de la naturaleza para despertar un deseo «natural» de lo divino. De este modo, busca y desarrolla concordancias entre las visiones y los elementos terrenales de referencia. Pero lo que más llama la atención en sus escritos visionarios es el poder intrínseco del lenguaje. La extrema variedad de su inspiración es, en efecto, única en el ámbito de la lírica medieval. Hildegarda no actúa como una escolástica, sino como una profetisa cuyo universo de visiones no está construido, sino revelado. Maneja con asombrosa soltura construcciones complejas, ricas en asociaciones poéticas audaces y creativas, en metáforas y superlativos, en un lenguaje fuerte, sin concesiones y lleno de efectos.
Este arte tan particular no dejó de impresionar a sus contemporáneos. Curiosamente, Hildegarda esperó mucho tiempo para encontrar los medios y el valor para transcribir las visiones que llevaba mucho tiempo albergando en su interior y componer así poemas y música litúrgica destinados al uso del convento del que estaba a cargo. Sin embargo, la extensión musical parece natural y casi inseparable del conjunto de su enfoque. El término Symphonia, que utiliza con frecuencia, es simbólico del modo de pensar y de funcionar de su universo conceptual. Para ella, el término no solo designa la armonía puramente musical producida por las voces y los instrumentos, sino también la armonía celestial y la misteriosa concordancia que se produce en lo más profundo del ser humano. Para Hildegarda, es el alma misma la que es «sinfónica» y se expresa tanto en la armonía secreta del alma y el cuerpo como en el acto musical. A la vez terrenal y celestial, la música desempeña entonces el papel de un medio insustituible, capaz de comunicar a la humanidad un poco de esa consonancia celestial que reinaba en el paraíso antes de la caída. La música de los hombres se hace eco, pues, de la música de las esferas celestiales y, como tal, es la forma más elevada de alabanza a la gloria de la creación.
La obra de Hildegarda también florece en un contexto muy específico, el de una vida monástica marcada por el canto. En el siglo XI, el acto litúrgico es musical. La espiritualidad se expresa a través del canto, entonado a voz en grito, al unísono, por un coro de hombres. En él se realiza la unanimidad que agrada a Dios en la alabanza de sus criaturas. El canto benedictino se distingue entonces del monacato oriental por su moderación, su modestia y su rechazo a toda fantasía individual. Estos principios de humildad y obediencia exaltan el papel del cantor, encargado de dirigir el coro y disciplinarlo con las virtudes de una sana rigurosidad. Sin embargo, la inventiva no está excluida de la creación musical en los grandes monasterios de Occidente, y Hildegarda es, por supuesto, un ejemplo muy vivo de ello. La vida musical de grandes monasterios como San Galo o San Marcial de Limoges da testimonio de la vivacidad de lo que sigue siendo el arte más importante de la época, un arte litúrgico en el que triunfa una asociación constantemente renovada y profundizada entre el poema y la melodía.
Vox Cosmica Hirundo Maris / Arianna-Savall (2014) – (14′)
En el lenguaje técnico de estos talleres, «encontrar» significaba exactamente disponer los nuevos textos sobre las modulaciones del canto llano. Los hombres que se dedicaron a tal empresa eran plenamente conscientes de que estaban sacralizando la gramática. Sus artificios adaptaban el vocabulario de la oración a los ritmos sencillos de la melodía gregoriana, perfectamente ajustados a los del cosmos y, por tanto, al pensamiento divino. Unían las palabras del lenguaje humano a la alabanza eterna de los ángeles. […] La música, y con ella la liturgia, fueron los instrumentos de conocimiento más eficaces de que disponía la cultura del siglo XI. Las palabras, por su significado simbólico y por las asociaciones que suscita su encuentro en el pensamiento, permiten sondear intuitivamente los misterios del mundo. Conducen a Dios. La melodía conduce hacia Él de forma aún más directa, ya que permite percibir los acordes armónicos de la creación y ofrece al corazón humano la posibilidad de unirse a la perfección de las intenciones divinas.
La maestría con la que Hildegarda puso en práctica estos preceptos es realmente asombrosa. Al transcribir sus visiones, abrió en cierto modo un nuevo camino, totalmente personal, como lo atestigua el evocador nombre del ciclo lírico en el que reunió sus cánticos: Symphonia armonie caelestium revelationum (Sinfonía de la armonía de las revelaciones celestiales), compilado en la década de 1150. La prolixidad y la variedad de su inspiración resultan extraordinarias, a pesar de que Hildegarda, en gran parte autodidacta en materia musical, compuso relativamente poco y solo lo hizo durante un determinado periodo, que se sitúa generalmente entre 1140 y 1160.
O Frondens Virga / Cojunto Chanticleer (2014) – (4′)
En esta recopilación de Symphoniae se encuentran un total de 77 composiciones vocales (antífonas, secuencias, responsorios, himnos…). La mayoría de estas obras están destinadas al oficio, que, por su estructura, puede admitir innovaciones en cuanto a su contenido (¡pero no en su forma!), más que a la misa, cuyas piezas están fijadas de manera casi inmutable por la tradición. Los siglos XI y XII ven florecer numerosas composiciones dedicadas, en su mayoría, a celebrar la gloria de las grandes figuras del panteón cristiano. Se trata sobre todo de antífonas, responsorios y, en ocasiones, himnos, que narran de forma poética los principales acontecimientos de la vida del santo y alaban sus méritos. En este ámbito, la escritura de Hildegarda es realmente maravillosa. Pensamos, en particular, en el conjunto de piezas que dejó específicamente para la fiesta de Santa Úrsula, y que son especialmente representativas de ese tipo de conmovedora teología femenina que se desarrolla en su obra. Una espiritualidad femenina que pretende ser la representación de un cosmos animado por una fuerza divina a la vez masculina y femenina, siendo estos dos polos de energía universales opuestos pero iguales en sus fuerzas.
Otras obras de Hildegarda desarrollan un discurso más universal, que evoca al hombre y su lugar en la creación con una dimensión poética e íntima muy conmovedora. El arte de la abadesa alemana, que destaca por basarse en textos ricos en imágenes y expresiones impactantes (elApocalipsis, por ejemplo), roza aquí lo inefable. Desde este punto de vista, su Ordo Virtutum (Juego de las virtudes) es sin duda una obra maestra. De hecho, es el drama musical más antiguo que ha llegado hasta nuestros días, una especie de oratorio medieval que muestra cómo el alma, perfecta en su inocencia original, se debate entre la realización de su verdadera naturaleza y el cortejo que le hace el Maligno (único papel masculino, solo hablado… ¡y gritado!), que la arrastra a los vicios del mundo material. El alma, por supuesto, triunfa sobre la tentación con la ayuda de las Virtudes.
Desde un punto de vista estrictamente musical, el arte de Hildegarda se revela de una gran simplicidad. Sus composiciones se basan en un número reducido de fragmentos melódicos que se combinan, transponen y enriquecen progresivamente con melismas. Sencillas, elegantes, refinadas y aireadas, estas melodías revelan una concisión magistral y evolucionan en una mezcla de solemnidad y éxtasis totalmente original, que combina la densidad intelectual del discurso y su lirismo de alto vuelo. Quizás sea esta una de las razones del regreso a la gracia de esta música a los ojos de los melómanos en los últimos años, tras un largo periodo de olvido que la confinó únicamente a los círculos de iniciados.
Toda esta música es ahora perfectamente accesible al público en general, gracias a una serie de grabaciones de calidad realizadas en los últimos diez años. Hay dos escuelas enfrentadas: la primera, siempre perfecta en su equilibrio, ligereza y poesía, privilegia un estilo eminentemente virtuoso, ágil y etéreo, a veces hasta el límite de la desencarnación (¡la voz de los ángeles!). Este enfoque, defendido por los más fervientes servidores de la causa de Hildegarda, es decir, los músicos del conjunto Sequentia, es retomado por la mayoría de los intérpretes actuales de la obra de la abadesa alemana, entre los que se encuentra el excelente conjunto Anonymous 4. Consideran que es la mejor manera de transmitir la elegancia suprema y la pureza inefable de esta música sin igual.
Este enfoque parece aún más lógico si se tiene en cuenta que Hildegarda mencionaba regularmente en su correspondencia su atracción por el uso de medios «espectaculares», capaces de transmitir la solemnidad que deseaba conferir a sus fiestas litúrgicas, incluso a costa de darles un fuerte impacto sensual (mediante el uso de instrumentos y un verdadero recurso teatral) que no dejó de despertar ciertas sospechas por parte de los dignatarios de la Iglesia. Sin embargo, basta con escuchar estas admirables realizaciones para constatar que su virtuosismo (especialmente en lo que se refiere a los registros utilizados) no tiene nada que ver con las capacidades técnicas de las monjas de la época, ni tampoco con sus tradiciones interpretativas.
A esta constatación responden Marcel Pérès y su conjunto Organum, ofreciéndonos una visión totalmente diferente del universo sonoro de Hildegarda, que utiliza esencialmente el registro de pecho de las voces femeninas, al servicio de una interpretación sobria y contenida. Ambos enfoques son, en definitiva, complementarios: a la visión de Marcel Pérès, sin duda más auténtica, pero también más austera y menos atractiva a primera vista para el gran público, responde la concepción de Sequentia, menos rigurosa en cierto sentido desde el punto de vista histórico y contextual, pero más elocuente, vibrante de emoción y casi mágica. Así, cada uno puede encontrar lo que busca y apreciar en su justo valor un arte poético y musical de belleza intemporal.
Jean-Marie Marchal
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El tanpûrâ

El tanpûrâ es un imponente laúd cuyas cuerdas, afinadas con las notas principales de la melodía, se tocan al aire para acompañar a los instrumentos solistas o al canto. Su función de bordón es esencial en la música clásica india. Constituye la base modal sobre la que el músico desarrolla su arquitectura musical.
«Vision» (2009)
Película sobre la vida de Hildegard von Bingen, en alemán, con subtítulos en inglés.
