El vídeo
Desde hace unos diez años, grabo regularmente mis clases de educación musical, en primer lugar para mí, porque es un excelente medio de mejorar mis competencias; en segundo lugar para los padres de mis alumnos, porque nunca llegan a ver lo que viven sus hijos fuera de su presencia (1); y en tercer lugar para los profesores y estudiantes de pedagogía, como testimonio de lo que hay que hacer, y… ¡de lo que hay que evitar!
Dada la cantidad de grabaciones, aún tengo que hacer una selección…
Mientras tanto, he aquí una lección de 1° grado (parcial) en 2015, y luego los mismos niños en 2° grado en 2016.
Durante el confinamiento impuesto por la pandemia de Covid, grabé un gran número de secuencias para mis jóvenes alumnos, en un intento de mantener un vínculo, al tiempo que invitaba a sus padres a acompañarles en este trabajo a distancia.
Puede encontrar todas estas secuencias y un índice detallado en el siguiente enlace:
https://www.dropbox.com/scl/fo/qtkg1oscspt7d4489i055/h?dl=0&rlkey=ctnh72p4grfmizozynk4vdacm
(1) Sobre el papel de los padres
Me parece normal que los padres no estén en la escuela con sus hijos (excepto cuando educan en casa, ¡pero ese es otro tema!), para que la socialización y el aprendizaje del niño sean independientes.
En el caso de la educación musical, lo que proponemos suele estar muy alejado de lo que los propios padres han experimentado, y es inestimable contar con ellos como socios informados. Al fin y al cabo, son ellos (y no los niños) los responsables de elegir matricular a sus hijos en una escuela de música. Esto no quiere decir que los padres deban ser entrenadores a domicilio. Deben confiar en el valor de esta elección, que les permite incluir las clases de música y la práctica musical en la vida cotidiana de la familia.
Al ver de vez en cuando vídeos de estas clases, este vínculo se refuerza considerablemente, en beneficio del niño.